jueves, noviembre 22, 2012

MUERTE EN LA CALLE




Sólo sorpresa

en el fondo de sus ojos

incrustados como cuentas

en su rostro.



Desparramado en la acera.

Su cabeza como desprendida

descansa en el regazo

de una mujer que gime.



Humedades de sal

rosadas por la sangre, sobre ese pecho,

con un botón único

para una muerte innecesaria.

Nacimiento de una vertiente

que traza filigranas rojas sobre el asfalto.



Y el dolor

de aquella mujer implorando:

¡No podés morir!



Luces, sirenas, morbosa concurrencia

y la soledad inmóvil, turbadora,

de esa imagen abrazada a la vida que huye

por ese ojal quemante,

tatuado para siempre por una bala.



Un asesino fríamente ajeno

a aquella segunda muerte, la de la mujer,

camina suelto atravesando una ciudad

que ya lo está olvidando.



Cada vez más sangre,

cada vez menos latidos,

y los ojos agonizantes

viendo el horror

en un rostro que se le desvanece.


a.omar alonso



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