MUERTE EN LA CALLE
Sólo sorpresa
en el fondo de sus ojos
incrustados como cuentas
en su rostro.
Desparramado en la acera.
Su cabeza como desprendida
descansa en el regazo
de una mujer que gime.
Humedades de sal
rosadas por la sangre, sobre ese pecho,
con un botón único
para una muerte innecesaria.
Nacimiento de una vertiente
que traza filigranas rojas sobre el asfalto.
Y el dolor
de aquella mujer implorando:
¡No podés morir!
Luces, sirenas, morbosa concurrencia
y la soledad inmóvil, turbadora,
de esa imagen abrazada a la vida que huye
por ese ojal quemante,
tatuado para siempre por una bala.
Un asesino fríamente ajeno
a aquella segunda muerte, la de la mujer,
camina suelto atravesando una ciudad
que ya lo está olvidando.
Cada vez más sangre,
cada vez menos latidos,
y los ojos agonizantes
viendo el horror
en un rostro que se le desvanece.
a.omar alonso
jueves, noviembre 22, 2012
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