La casa,
parece igual que ayer
como si no estuvieras allí
definitivamente inmóvil
las ventanas abiertas hacia un cielo ajeno.
Sobre la mesa los libros sin leer,
que se quieren ausentar sin tu permiso,
vacilan por temor a equivocarse
porque han visto tus lentes en el borde de la cama.
El biselado del cristal
deja pasar la luz
que coquetea con los limpios caireles.
Nadie debería morirse cuando hay sol,
o al menos avisar de su muerte recién cuando anochece,
porque el sol no deja lugar a la tristeza.
Al pasar la noche, sí,
se está definitivamente muerto
la palidez ya es propia.
El alba te sorprende en charla silenciosa,
no se oyen los pájaros,
estarán cantando en algún otro lugar
para quien sí pueda escucharlos.
La habitación
se ha llenado de gente para el último saludo.
objetos que parecen pertenecerte.
Por vez primera
te has vuelto realmente imprescindible.
Mañana todo será igual,
sólo en el jardín
una vez más florecerán las rosas.
omar alonso
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario